sábado, 3 de octubre de 2009










Ayer por la tarde tuve mi primera clase. Taller de Matemáticas. Aprendía cero mientras trataba con más ímpetu que nadie de controlar el aceleradísimo temblor de mis rodillas. A la salida creí deslizar, apenas caer. Otra vez el miedo tonto y la fiebre de creerme otro todavía más orgulloso que yo. Pude contenerme y mirar arriba con gafas de sol.

Me encanta toda esa gente que cree la mejor manera de enfrentar la realidad -sea cual sea su grado de tortura- es reirse a toda costa. Y yo llevo 24 horas que todo me sabe a chiste, me huele a risa y veo el cielo a todo color.

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