miércoles, 2 de diciembre de 2009

Somoh unoh artihtah!



De amor se puede matar, pero no morir.

lunes, 30 de noviembre de 2009

por mucho tiempo.



Este es el final de mi película. Favorita.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

En momentos como este, suele la memoria acudir a los escombros del pasado y, en semejantes circunstancias, es la conciencia la que ha de acudir en tu auxilio. Con mayor perseverancia, si cabe, que tu propia fuerza de voluntad; donde quiera que se encuentre.

Todo para acabar lejos del baldón y la burla, ambos cercanos a una rendición vergonzante que nos lleva al llanto y sucesivamente a una coquetería trágica con lágrima, pañuelo y aire fresco.
Llorar es bueno, lo dicen por ahí, pero yo también creo que hacerlo en exceso nos perjudica. Las lágrimas que no se secan a tiempo penetran en la piel por esas líneas que desdibujan el rostro. Luego las arrugas se ensañan con las facciones y ahí ya estamos perdidos. Nos queda el consuelo frágil de que se invente el aparato o el poder divino que permita al hombre parar el reloj. Así nos ahorraríamos las consecuencias de los zarpazos del tiempo y convertiríamos en diana todo lo que atentase contra nosotros.

La gente se empeña en negar la existencia de estos malos momentos, por llamarlos de alguna manera. Por cortesía máxima, yo creo. Pero a mí eso no me pasa. ¿Acaso tengo que creerme que existen las personas que no lloran?

He tenido un pálpito de inteligencia, creo que esas personas necesitan de forma urgente un pálido oropel que las remede, o serán condenadas a la escombrera del olvido por los siglos de los siglos. Ciertamente, qué pena. Con lo que llorar limpia el organismo… Me refiero a ese tipo de personas que hacen caricaturas de sí mismos constantemente, “esos” que degeneran en “aquellos” a la espera de una rumbosa gratificación. Este tipo de gente merece obtener el aplauso, por gilipollas.
En más de una ocasión he notado que a estos individuos les falta pasar por la sartén: vuelta, vuelta y corriendo con el culo ardiendo al rescate de quien los necesite. Porque probablemente hasta ahora haya estado disfrazando lo que siente. Vistiéndolo y adornándolo como una verdad a medias que cuesta trabajo vocalizar una vez que te la meten entera en la boca.

Leticia, 22 años, su novio la acuchilló en el cuello. Y luego nos quejamos.

martes, 24 de noviembre de 2009

veinticuatro de noviembre,

Realmente necesito ser sincero conmigo mismo. ¿Me están utilizando?
Venga, voy a proponerme ser crítico, responsable y realista con todo lo que me rodea. Resulta que a veces creo hacer esfuerzo en vano. Mi relación tiene fecha de caducidad. O mejor: dos fechas de caducidad. La mía, perenne, y la suya creo, en las últimas.
Cada mañana despierto con ansiedad interna perfectamente controlable pero siento una necesidad de verle que no sé si aguantaré mucho tiempo más. Y para qué, pregunto. Por qué no hacernos valer desde el este. Hasta el oeste. Responder a estímulos externos. Irnos. Fuera. Se acabó lo que estaba en proceso de. Al rato respondo. Me doy cuenta de que mi felicidad depende de esa sensación de por las mañanas. De deseo interno, atracción sumamente física, caliente y rozando los extremos de la búsqueda constante del orgasmo. De los sentimientos. El clímax de las emociones que con veinte años no sabemos definir. Ni nos interesa. Vaya.
Masoquismo para el remedio y masoquismo para la enfermedad. No hay alternativa. Bueno sí, hay dos. Volver a la inevitabilidad o rascarse la piel cuando pique y acostumbrarse, que me lo ha dicho el médico. Pero sea lo que sea lo que el tiempo decida, no le tengo miedo. Quizá el tiempo me cambie. Desde luego que lo espero. Es lo que merecemos todos. Que el niño tonto espabile. Que se dé cuenta de que las cosas hay que hacerlas bien. Sin creerse Pulgarcito y dejando por el camino miguitas de pan para que jamás se nos olvide por dónde se vuelve a casa.
Por mi parte volveré a casa este fin de semana. Y él ya me avisará cuando esté de vuelta. Me lo ha prometido. Y yo le creo.

viernes, 20 de noviembre de 2009

Gracias por su motivación.

Parece que lo único que consigue que vuelva a escribir son los momentos de rabia en el caos absoluto de una locura agorafóbica. Perdido en el mundo, de repente, y sin saber a dónde tirar. Puede ser real o no, pero todavía no entiendo la pasividad rencorosa que me observa cada vez que doy un paso en mi propio e intransferible beneficio. Me deportan a un estado sarcástico y me vuelven preso de un sentimiento de odio irascible a coste bajo.

Hace poco aprendí algo: todas las veces que tengamos un problema tenemos que respirar. Respirar es como pasar por el punto muerto cuando cambiamos de marcha al conducir. Entonces no puedes frenar sin respirar. Ni solucionar problemas, tampoco.

Todavía debo de ser joven para entender el ritmo lento pero sin embargo constante que adquieren los problemas para venir a mí. A veces, como anoche, no es que me olvide de pasar por el punto muerto sino que, cuando llego a él, me quedo inmóvil. Entiendo ahora el por qué de su nombre: Punto-Muerto. Y no sé qué hacer. Sin combustible no me quedo, pero cuando bajan las revoluciones sé cómo parar en seco, rendirme a la ley de la inercia y dejar que la vuelta al respaldo me coloque las cositas en su sitio. Auto-matemáticamente.

Lo que tengo bastante claro es que no he perdido facultades. Vamos a llegar tú y yo a un acuerdo. Espero que me entiendas. Entre líneas. Y luego seas ilegible como una biblia vieja, sin futuro y con el currículum de fracasos a la vista de todos. Puedes ir sentándote, por no decir arrodillándote. Todavía se puede caer más bajo. ¿Quieres?

lunes, 9 de noviembre de 2009

Por qué las cosas se dejan de hacer.

Vuelvo a intentarlo. En el simple arranque de decir, contar cómo me siento y por qué dejé de hacerlo. Soy capaz para y no por. Y esto ya me suena más mío, clavado en las venas y hasta arriba de patrones diseñados otro año, de los básicos que nunca pasan de moda y, sin embargo, tratamos en vano pero con sentido de evitarlos. Cuando nadie nos entiende es cuando mejor nos entendemos a nosotros mismos.

Para que luego digan que no quedan jóvenes con imaginación. Yo doy dos veces mil vueltas a la tuerca que enrosca un tornillo trenzado y con un poquito de óxido en la punta, donde penetra casi sin martillo, con las manos, en la pared. El muro que luego se rasga y rompe finalmente a golpe de taladro. Tratratra. Uy. Sí, sí. Este susurro, murmullo –barra- voz ya me suena mejor. Y no llevo nada empuñando la herramienta.

Decía que no consigo la explicación de por qué algo deja de hacerse. Porque pasar sigue pasando y no por inadvertido. Ahí. Hasta que su importancia ínfima relegue el protagonismo en los hermanos Los Problemas. Yo no entiendo nada, claro, pues, no le des importancia. Mañana dirá Dios y pasado dirás tú. Traspasado, el umbral que un día decidiste marcar sin miedo a lo que fueras a encontrarte después. Traspasado: qué bonita forma de nombrar el futuro próximo, el de cerca, el que viene ya. Pero para llegar ahí no hay que empeñarse demasiado, puedes ir poco a poco, darle a Dios la prorroga y hacer las cosas a tu ritmo. Sabrá esperarte, ya lo verás.

Las cosas dejan de hacerse: dejamos de hacernos caca en los pañales para cagarnos en nuestra digna madre cada vez que algo sale mal. De bebés berreamos la rabieta con mamá (cuando ella en realidad no tiene ni idea de qué es lo que nos hace falta) y luego cuando somos menos bebés vamos a llorar al hombro de nuestras parejas buscando un último apoyo vago y fácil que consiga levantarnos los párpados cerrando las compuertas.

Entiendo que no es algo generalizado. Algo excéntrico, diría. Pero a mí me pasa, por lo que ya hay un caso en el mundo. Imagino que no seré el único al que no le gusten las aceitunas o le molesten las moscas cuando pasan cerca de las orejas.

jueves, 22 de octubre de 2009

Mi fin de semana


Voy a hablar de este fin de semana. Mi futuro más cierto y cercano. Vuelvo a casa entre obligación y devoción. Una vez allí, volveré a cruzarme con recuerdos agridulces del verano que me hagan encontrarme de repente con lo amargo del primer mes y lo dulce del segundo. La insipidez del tercero no cuenta porque, como he dicho, este fin de semana vuelvo a casa. Transportaré mi calma allá donde pise pero sé que nada quedará de ella cuando suba el primer peldaño de ese quinto ce, como siempre y a la vez como nunca.

Mañana cogeré el tren de siempre, a la hora de siempre y trataré en vano de dormir durante el viaje. Como siempre que abrigaba con la cazadora un cuerpo recién salido del sueño, a bordo de una diabólica cama, larga e incompleta.

Tras dos o tres pitillos furtivos y quizá cuatro patatas onduladas, habré visto y revisto a cámara lenta los últimos días hasta hoy. Y hasta mañana, porque un día siempre es distinto de otro. Los analizaré creyéndome Sherlock de mi propia vida. Después, habré llegado a mi destino.

La vuelta a casa suele ser bonita detrás del cristal de la ventanilla del coche que te aísla, todavía, de las calles de tu primera y segunda infancia; suponiendo, claro, que vivimos en pleno apogeo de la tercera y más cruel.

Luego ya es coger el ritmo. Amoldarte a la fatídica restricción horaria de desayunos, comidas y cenas; levantarte cada mañana sabiendo que en tu maleta “fin de semana” no hay mucho atrezo que elegir… y salir a la calle sin móvil y con dos pares de huevos.

Parece que toca un fin de semana de reflexión introspectiva, calma y muy buenos alimentos.

domingo, 18 de octubre de 2009

Hoy no me voy a parar a pensar en cosas que me hagan preocuparme más de lo que debo. Existe –no sé dónde- algo que bloquea el impulso creado por la mente, con tendencia al más profundo de los pozos. Se trata de una fuerza salvavidas personal e intransferible. Un placaje al diablo proporcionado por Eros y divinidades colindantes.

http://www.youtube.com/watch?v=m7EciN8uw6c


Qué bien se siente uno cuando está enamorado. Y no sólo de sí mismo.

lunes, 12 de octubre de 2009

On the top award from http://chicadelpastel.blogspot.com

Se trata de contestar con una sola palabra a cada uno de los puntos de esta lista.

Lo haré, pero yo no puedo premiar a nadie. No me creo quien.

Where's your cell phone : far.
Your hair : crazycurled.
Your mother : help.
Your father : there.
Favorite food : Him.
Dream last night : still.
Favourite drink : water.
What room are you : roof.
Hobby : writing
Fear : heaven.
Where were you last night : here.
Something that you aren't : easy.
Muffins : no.
Where did you grow up : There.
What are you wearing : pyjamas.
Your pets : non.
Friends : few.
Something you're not wearing : rings.
Favorite store : H&M.
Favorite color : all.
Last time you laughed : tomorrow.
Your best friend : best-s
Place you go to over and over : NYC
Person who emails you regularly : Infojobs.com ¬¬'






























(Mis amigos Kike, Xiana y Mila)

Hoy me he propuesto saltarme los límites de la pereza. Lo dice Violetta: “yo no sirvo para suicida, me puede la curiosidad”. No sé si exactamente utiliza esas palabras pero también vi en una película cómo alguien le respondía a otro alguien que la curiosidad es la causa de por qué seguir viviendo. O durmiendo en un día festivo, que viene a ser lo mismo.

Imagino cómo serían estos momentos sobre un colchón de muelles y bajo un edredón espeso. Y no pasaría nada. Sería un viaje a la inconsciencia que inhibe al ser humano de todo lo nuevo, excitante y entretenido que pueda pasar. Porque el sueño, o los sueños, todo lo anulan. Duermes mientras pasa. Y quizá cuando despiertes ya haya pasado y no habrá caminito de vuelta. (Siempre hay atajos, todos los caminos llevan a Roma)

Todo esto que cuento parece de mentira cuando en esos momentos de tener que, no conseguimos despertarnos. Porque no hemos oído el despertador o porque hemos hecho uso del comodín de los cinco minutitos más. Pero incluso en estos casos es mejor despertarse y ponerse a vivir. Porque por bonito que sea lo que estás soñando mientras duermes, despierto puede serlo más.


Y ÉL es Pablo:


sábado, 3 de octubre de 2009










Ayer por la tarde tuve mi primera clase. Taller de Matemáticas. Aprendía cero mientras trataba con más ímpetu que nadie de controlar el aceleradísimo temblor de mis rodillas. A la salida creí deslizar, apenas caer. Otra vez el miedo tonto y la fiebre de creerme otro todavía más orgulloso que yo. Pude contenerme y mirar arriba con gafas de sol.

Me encanta toda esa gente que cree la mejor manera de enfrentar la realidad -sea cual sea su grado de tortura- es reirse a toda costa. Y yo llevo 24 horas que todo me sabe a chiste, me huele a risa y veo el cielo a todo color.

jueves, 1 de octubre de 2009

Hoy friega ella




















Hoy no tengo tiempo ni cabeza para escribir nada nuevo. Tengo que limpiar y limpiar. Así que subo un texto muy especial de mi excari y amiga http://chicadelpastel.blogspot.com


"Una palabra puede condensar una pequeña parte del mundo en tan sólo unas cuantas letras. Por eso, es muy importante saber escoger las palabras adecuadas al escribir; saber seleccionar el trocito de realidad que queremos encerrar en nuestra tinta. Porque, si lo hacemos bien, seremos capaces de controlarlo todo. Se trata de buscar las piezas correctas del puzzle del universo y de ir uniéndolas poco a poco mediante frases, párrafos y textos. Pero, para ello, es fundamental tener una materia prima a partir de la cual crearlas. Ahora bien; ¿de qué están hechas las palabras? ¿Cuál es su ingrediente secreto? Es muy simple: son las ideas. Sin ideas, no hay palabras. El mundo no se forjó a partir de la nada. Y las palabras no se construyen en los vacíos mentales sino en las partes de la mente donde viven las ideas. Por tanto, para escribir hay que imaginar.


Al revés, pasa lo mismo: una idea no es nada sin la palabra que la guarda en su cajita de letras. No es posible que la materia caótica tenga un significado por sí misma; es necesario un molde que le dé forma para que de ella surjan las cosas concretas. Así, una idea que navega por nuestra mente lo hace a bordo de una palabra- barquito que la guía. Imaginamos en palabras, luego el lenguaje es el molde de la imaginación.

Palabras e ideas. Ideas y palabras. ¿Qué fue primero, el huevo o la gallina?, ¿la violencia en televisión o los niños violentos que la ven?; ¿las palabras o las ideas? Lo más lógico sería pensar que ambas surgieron a la vez, dado que las unas no pueden existir sin las otras. Por tanto, para que el mundo siga funcionando, deberán seguir trabajando las fábricas de ideas. Y las de palabras. Pero, eso sí, siempre tendrán que hacerlo juntas. Y qué viva la creatividad…"