viernes, 20 de noviembre de 2009

Gracias por su motivación.

Parece que lo único que consigue que vuelva a escribir son los momentos de rabia en el caos absoluto de una locura agorafóbica. Perdido en el mundo, de repente, y sin saber a dónde tirar. Puede ser real o no, pero todavía no entiendo la pasividad rencorosa que me observa cada vez que doy un paso en mi propio e intransferible beneficio. Me deportan a un estado sarcástico y me vuelven preso de un sentimiento de odio irascible a coste bajo.

Hace poco aprendí algo: todas las veces que tengamos un problema tenemos que respirar. Respirar es como pasar por el punto muerto cuando cambiamos de marcha al conducir. Entonces no puedes frenar sin respirar. Ni solucionar problemas, tampoco.

Todavía debo de ser joven para entender el ritmo lento pero sin embargo constante que adquieren los problemas para venir a mí. A veces, como anoche, no es que me olvide de pasar por el punto muerto sino que, cuando llego a él, me quedo inmóvil. Entiendo ahora el por qué de su nombre: Punto-Muerto. Y no sé qué hacer. Sin combustible no me quedo, pero cuando bajan las revoluciones sé cómo parar en seco, rendirme a la ley de la inercia y dejar que la vuelta al respaldo me coloque las cositas en su sitio. Auto-matemáticamente.

Lo que tengo bastante claro es que no he perdido facultades. Vamos a llegar tú y yo a un acuerdo. Espero que me entiendas. Entre líneas. Y luego seas ilegible como una biblia vieja, sin futuro y con el currículum de fracasos a la vista de todos. Puedes ir sentándote, por no decir arrodillándote. Todavía se puede caer más bajo. ¿Quieres?

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