lunes, 9 de noviembre de 2009

Por qué las cosas se dejan de hacer.

Vuelvo a intentarlo. En el simple arranque de decir, contar cómo me siento y por qué dejé de hacerlo. Soy capaz para y no por. Y esto ya me suena más mío, clavado en las venas y hasta arriba de patrones diseñados otro año, de los básicos que nunca pasan de moda y, sin embargo, tratamos en vano pero con sentido de evitarlos. Cuando nadie nos entiende es cuando mejor nos entendemos a nosotros mismos.

Para que luego digan que no quedan jóvenes con imaginación. Yo doy dos veces mil vueltas a la tuerca que enrosca un tornillo trenzado y con un poquito de óxido en la punta, donde penetra casi sin martillo, con las manos, en la pared. El muro que luego se rasga y rompe finalmente a golpe de taladro. Tratratra. Uy. Sí, sí. Este susurro, murmullo –barra- voz ya me suena mejor. Y no llevo nada empuñando la herramienta.

Decía que no consigo la explicación de por qué algo deja de hacerse. Porque pasar sigue pasando y no por inadvertido. Ahí. Hasta que su importancia ínfima relegue el protagonismo en los hermanos Los Problemas. Yo no entiendo nada, claro, pues, no le des importancia. Mañana dirá Dios y pasado dirás tú. Traspasado, el umbral que un día decidiste marcar sin miedo a lo que fueras a encontrarte después. Traspasado: qué bonita forma de nombrar el futuro próximo, el de cerca, el que viene ya. Pero para llegar ahí no hay que empeñarse demasiado, puedes ir poco a poco, darle a Dios la prorroga y hacer las cosas a tu ritmo. Sabrá esperarte, ya lo verás.

Las cosas dejan de hacerse: dejamos de hacernos caca en los pañales para cagarnos en nuestra digna madre cada vez que algo sale mal. De bebés berreamos la rabieta con mamá (cuando ella en realidad no tiene ni idea de qué es lo que nos hace falta) y luego cuando somos menos bebés vamos a llorar al hombro de nuestras parejas buscando un último apoyo vago y fácil que consiga levantarnos los párpados cerrando las compuertas.

Entiendo que no es algo generalizado. Algo excéntrico, diría. Pero a mí me pasa, por lo que ya hay un caso en el mundo. Imagino que no seré el único al que no le gusten las aceitunas o le molesten las moscas cuando pasan cerca de las orejas.

1 comentario:

  1. ¿y por qué yo he dejado de escribir?
    la otra noche antes de tenerte que llevar a casa hablábamos del tema y me dijiste: pues eso habrá que solucionarlo :)

    me gusta traspasado, y los patrones, pero espero que dios no me espere...

    xxx

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