martes, 24 de noviembre de 2009

veinticuatro de noviembre,

Realmente necesito ser sincero conmigo mismo. ¿Me están utilizando?
Venga, voy a proponerme ser crítico, responsable y realista con todo lo que me rodea. Resulta que a veces creo hacer esfuerzo en vano. Mi relación tiene fecha de caducidad. O mejor: dos fechas de caducidad. La mía, perenne, y la suya creo, en las últimas.
Cada mañana despierto con ansiedad interna perfectamente controlable pero siento una necesidad de verle que no sé si aguantaré mucho tiempo más. Y para qué, pregunto. Por qué no hacernos valer desde el este. Hasta el oeste. Responder a estímulos externos. Irnos. Fuera. Se acabó lo que estaba en proceso de. Al rato respondo. Me doy cuenta de que mi felicidad depende de esa sensación de por las mañanas. De deseo interno, atracción sumamente física, caliente y rozando los extremos de la búsqueda constante del orgasmo. De los sentimientos. El clímax de las emociones que con veinte años no sabemos definir. Ni nos interesa. Vaya.
Masoquismo para el remedio y masoquismo para la enfermedad. No hay alternativa. Bueno sí, hay dos. Volver a la inevitabilidad o rascarse la piel cuando pique y acostumbrarse, que me lo ha dicho el médico. Pero sea lo que sea lo que el tiempo decida, no le tengo miedo. Quizá el tiempo me cambie. Desde luego que lo espero. Es lo que merecemos todos. Que el niño tonto espabile. Que se dé cuenta de que las cosas hay que hacerlas bien. Sin creerse Pulgarcito y dejando por el camino miguitas de pan para que jamás se nos olvide por dónde se vuelve a casa.
Por mi parte volveré a casa este fin de semana. Y él ya me avisará cuando esté de vuelta. Me lo ha prometido. Y yo le creo.

1 comentario: